Última actualización: 7 de Febrero de 2020
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Coito, copulación también se conoce como Relaciones Sexuales. Esta es una lista de otros posibles nombres:
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Tras el parto, no se recomienda el sexo con coito durante las primeras 4 a 6 semanas (la llamada cuarentena) para permitir cicatrización o recuperación de posibles heridas o traumatismos vaginales y evitar la infección. Si no hubo desgarro ni episiotomía y ya no hay sangrado vaginal, el tiempo de abstinencia coital puede reducirse.
Pasado ese tiempo, al principio conviene adoptar posturas en las que la mujer controle el grado de penetración y los pechos no se vean comprimidos por la pareja.
El sexo sin penetración puede practicarse desde que a la mujer le apetezca.
El deseo sexual materno está disminuido durante los primeros 3 a 12 meses tras el parto (O'Malley 2018) en la mayoría de mujeres. La lactancia aumenta los niveles de prolactina y disminuye los de estrógenos, pudiendo ocasionar disminución de la libido, menor satisfacción y dispareunia (dolor) en las relaciones sexuales (Triviño 2018, O'Malley 2018, Wallwiener 2017, Yee 2013, Leeman 2012, Serati 2010, Brtnicka 2009, Rowland 2005, Signorello 2001, Avery 2000, Byrrd 1998, Glazener 1997).
El tipo de parto, la instrumentación durante el parto, la episiotomía (Wallwiener 2017, Barbara 2016, Serati 2010, Brtnicka 2009, Signorello 2001, Barrett 2000), la depresión (Yee 2013, Leeman 2012), el cansancio, el mayor aprecio por la lactancia (Ahn 2010) y los cambios corporales sentidos también pueden influir en la disminución de la libido y la dispareunia.
Por otra parte, los niveles de testosterona (y por tanto de la libido) disminuyen en los hombres cuando son padres (Grebe 2019, Gettler 2011) y parece que hay más disminución si se comparte cama con el bebé (Gettler 2012).
Muchas de las hormonas implicadas en las relaciones sexuales son las mismas que las implicadas en la lactancia materna, por lo que es normal que una mayoría de mujeres (Pepe 1991) experimenten sensaciones placenteras sensuales al amamantar (Robinson 2015, Magon 2011, Schmied 1999, Dignam 1995).
La posible sequedad y dolor vaginal por hipoestrogenismo se puede solucionar con cremas lubricantes. Si la pareja utiliza preservativo, el lubricante debe ser compatible con el mismo.
Si molesta la eyección de leche por la oxitocina liberada, se puede dar de mamar o extraer antes.
El pecho puede estar más sensible con la lactancia y reaccionar con dolor a las caricias.
Las relaciones sexuales son perfectamente compatibles con la lactancia.
El semen no altera la composición de la leche por ninguna vía.
Dado el aumento de prolactina que se consigue con el estímulo sexual (Brody 2006, Krüger 2002, Exton 2001 y 1999), se ha postulado la práctica de sexo para tratar situaciones de hipogalactia (Menezes 2008).
La percepción del pecho como órgano erógeno y de atracción sexual en varias sociedades, puede interferir con el amamantamiento en general y con la lactancia en público en particular (Henderson 2011, Avery 2011, Dettwyler 1995, Rodriguez 1995).
La lactancia exclusiva con tomas espaciadas menos de 4 a 6 horas incluso durante la noche y mientras no aparezca la menstruación (método MELA) tiene una eficacia del 98% como anticonceptivo en los primeros 6 meses (Sridhar 2017).
Si hay riesgo de relaciones sexuales con penetración en el primer mes, los preservativos masculinos y los dispositivos intrauterinos de cobre son compatibles desde el primer día postparto.
Aunque es mejor evitar los anticonceptivos hormonales durante el primer mes postparto, en caso de riesgo de embarazo, los beneficios superan a los riesgos utilizando dispositivos intrauterinos con levonorgestrel, implantes de etonorgestrel, inyecciones depot de medroxiprogesterona acetato y anticonceptivos orales de sólo progesterona.
A partir del primer mes todos los métodos anticonceptivos son compatibles con la lactancia, incluyendo el diafragma y los espermicidas y, con alguna precaución acerca de la producción de leche, los combinados de estrógenos y progesterona sean en forma de administración oral, de anillo vaginal o de implantes (Sridhar 2017, Curtis 2016, Altshuler 2015, OMS 2015, Berens 2014).
Puede consultarse información divulgativa en español (El parto es nuestro 2018, El País 2016)
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